viernes, 13 de septiembre de 2013

Dance for life.

Bailar. Qué sencillo parece, ¿eh? Y lo es, cuando lo haces con el corazón. Cuando bailas lo que sientes y sientes lo que bailas. No es sólo hacer los pasos que te marcan sin salirte de los tiempos, es salirte alguna vez de las vías en las que estás encarrilado, y desahogarte haciendo lo que más amas. Son movimientos unidos a un sentimiento, y eso lo hace aún más grande. Respira, cierra los ojos y déjate llevar, que tus pies se muevan y contagien al resto del cuerpo. Las pequeñas cosas como ésta hacen de tu hobbie, tu vida. Sólo baila, baila, baila, baila hasta que no puedas más, y cuando eso ocurra, baila otra vez. Quién sabe hasta cuando podremos disfrutar de ese privilegio. Nunca es demasiado.

¿Se llama madurar?

Llega un momento en tu vida en el que lo ves todo claro, sabes quién eres, quién merece la pena, quién no, lo que quieres hacer con tu futuro y hasta la persona con la que quieres disfrutarlo. Entonces, cuándo eso está pasando por tu cabeza, te das cuenta de que ya no eras la chica que iba a clase a estudiar sólo porque te obligaban tus padres y miraba a cada chico guapo que pasaba cómo si fuera a fijarse en ti. Ahora quieres lo mejor para ti, para los tuyos. Si entra alguien en tu vida, bienvenido sea, y si se va, 'bon voyage'. Si hay alguien que ya no está en tu vida, es por algo, no te preocupes, ya vendrá gente mejor. Porque nos quedan muchas personas por conocer y muchas lecciones que aprender, pero sin daño no se aprende, y si no se aprende siempre estarás sumergida en la misma inocencia que cuando tenías cinco años.